En un planeta oscuro, donde la luz apenas se filtra a través de las densas nubes y la niebla perpetua, habita una criatura adaptada a la penumbra eterna. Su piel es de un tono pálido y opaco, casi translúcida, lo que le permite fundirse perfectamente con las sombras que dominan su entorno. Los ojos de esta criatura son grandes y brillantes, como dos joyas incrustadas en la oscuridad, capaces de captar incluso la más mínima cantidad de luz. Estos ojos reflejan una luminiscencia suave, lo suficientemente tenue como para no revelar su presencia a los depredadores nocturnos que acechan en la penumbra. Sus extremidades son largas y delgadas, diseñadas para moverse con gracia y sigilo en el paisaje oscuro y rocoso del planeta. Sus garras, afiladas como cuchillas, le permiten escalar las superficies escarpadas y sujetar a sus presas con una precisión letal. En la parte superior de su cabeza, una membrana delgada y transparente se agita suavemente con cada movimiento, actuando como un sensor adicional para detectar cambios en la atmósfera cargada de humedad del planeta. Esta membrana es sensible a las vibraciones y los sonidos, permitiendo que la criatura perciba su entorno con una precisión extraordinaria incluso en la oscuridad total.