En la vasta oscuridad del espacio, una esfera azul y verde se asoma entre la negrura infinita. A medida que nos alejamos, su belleza se convierte en un recuerdo nostálgico, una joya desgastada. La Tierra, una vez vibrante de vida, ahora aparece como un planeta herido, con su superficie agrietada y cubierto de nubes grises que exhalan humo.
A su alrededor, un halo de gases se expande, como si la atmósfera misma estuviera llorando la pérdida de sus ecosistemas. Fluctuaciones de luz estelar parpadean en la distancia, mientras fragmentos de roca y metal orbitan, vestigios de civilizaciones que fueron.
En el horizonte cósmico, nebulosas brillan en tonos de púrpura y azul, contrastando con el oscuro manto del universo. La escena es tanto aterradora como hermosa, un recordatorio del poder destructivo del tiempo y de la fragilidad de la vida. Mientras el silencio del espacio lo envuelve todo, la Tierra sigue girando, un pequeño símbolo de lo que fue, perdido en el vasto océano del cosmos.
En la vasta oscuridad del espacio, una esfera azul y verde se asoma entre la negrura infinita. A medida que nos alejamos, su belleza se convierte en un recuerdo nostálgico, una joya desgastada. La Tierra, una vez vibrante de vida, ahora aparece como un planeta herido, con su superficie agrietada y cubierto de nubes grises que exhalan humo.
A su alrededor, un halo de gases se expande, como si la atmósfera misma estuviera llorando la pérdida de sus ecosistemas. Fluctuaciones de luz estelar parpadean en la distancia, mientras fragmentos de roca y metal orbitan, vestigios de civilizaciones que fueron.
En el horizonte cósmico, nebulosas brillan en tonos de púrpura y azul, contrastando con el oscuro manto del universo. La escena es tanto aterradora como hermosa, un recordatorio del poder destructivo del tiempo y de la fragilidad de la vida. Mientras el silencio del espacio lo envuelve todo, la Tierra sigue girando, un pequeño símbolo de lo que fue, perdido en el vasto océano del cosmos.