una criatura infernal que evoca la imagen de un minotauro, pero con un aspecto mucho más decrépito y enfermizo. Su cuerpo esquelético y demacrado está envuelto en una piel rugosa y andrajosa, marcada por llagas supurantes y forúnculos purulentos que exudan un hedor fétido a podredumbre. En lugar de un pelaje robusto, su carne está salpicada de parches dispersos de cerdas ásperas y retorcidas, semejantes a alambres corroídos por la corrupción.
Sus extremidades son más monstruosas que las de un bovino: sus patas terminan en garras largas y curvas, adaptadas para desgarrar carne con facilidad. Desde su espalda arqueada se extiende una cola larga y serpenteante, terminada en un grupo de espinas duras como el hierro, listas para ensartar a cualquier enemigo que ose acercarse demasiado.
Su cabeza, aunque similar a la de un carnero en forma, está marcada por una malevolencia pura. Sus cuernos son grandes y retorcidos, cubiertos de grietas y astillas como si hubieran sido quebrados y regenerados innumerables veces. Su hocico es alargado y su boca, siempre entreabierta en una mueca antinatural, está llena de colmillos largos y afilados como agujas, adaptados tanto para desgarrar carne como para propagar enfermedades con cada mordida.
Un aura de pestilencia y muerte rodea a la criatura, como si su propia existencia fuera una manifestación de la putrefacción y la decadencia. Allí donde pisa, la tierra se ennegrece y se marchita, y su mera presencia llena el aire con un hedor tan espeso que se siente como una plaga viviente. No es solo un depredador brutal, sino una abominación nacida del caos y la corrupción, un eco de las fuerzas más viles del inframundo. Porta una lanza malévola.
una criatura infernal que evoca la imagen de un minotauro, pero con un aspecto mucho más decrépito y enfermizo. Su cuerpo esquelético y demacrado está envuelto en una piel rugosa y andrajosa, marcada por llagas supurantes y forúnculos purulentos que exudan un hedor fétido a podredumbre. En lugar de un pelaje robusto, su carne está salpicada de parches dispersos de cerdas ásperas y retorcidas, semejantes a alambres corroídos por la corrupción.
Sus extremidades son más monstruosas que las de un bovino: sus patas terminan en garras largas y curvas, adaptadas para desgarrar carne con facilidad. Desde su espalda arqueada se extiende una cola larga y serpenteante, terminada en un grupo de espinas duras como el hierro, listas para ensartar a cualquier enemigo que ose acercarse demasiado.
Su cabeza, aunque similar a la de un carnero en forma, está marcada por una malevolencia pura. Sus cuernos son grandes y retorcidos, cubiertos de grietas y astillas como si hubieran sido quebrados y regenerados innumerables veces. Su hocico es alargado y su boca, siempre entreabierta en una mueca antinatural, está llena de colmillos largos y afilados como agujas, adaptados tanto para desgarrar carne como para propagar enfermedades con cada mordida.
Un aura de pestilencia y muerte rodea a la criatura, como si su propia existencia fuera una manifestación de la putrefacción y la decadencia. Allí donde pisa, la tierra se ennegrece y se marchita, y su mera presencia llena el aire con un hedor tan espeso que se siente como una plaga viviente. No es solo un depredador brutal, sino una abominación nacida del caos y la corrupción, un eco de las fuerzas más viles del inframundo. Porta una lanza malévola.