Las Cuevas de los Sueños se extienden como un laberinto de túneles antiguos y cámaras colosales, donde el techo apenas se distingue en la penumbra azulada. Su interior está plagado de cristales luminosos incrustados en las paredes, el suelo y hasta flotando en el aire como estrellas atrapadas en la roca. Cada cristal brilla con un resplandor propio, algunos destellan en tonos dorados, rojo, esmeralda o violeta, otros brillan con luz azul, amarilla o color turquesa.
Pero estos cristales no son meros minerales: en su interior, se pueden ver escenas atrapadas como recuerdos encapsulados. Algunos muestran momentos cotidianos —una niña soplando un diente de león, un anciano leyendo bajo la luz de una lámpara— mientras que otros revelan hazañas heroicas: una guerrera blandiendo su espada contra un dragón envuelto en llamas, un explorador descubriendo una ciudad perdida, un mago invocando una tormenta de estrellas.
Las luces titilan suavemente, y al acercarse a ciertos cristales, las imágenes parecen moverse, como si los sueños latieran dentro de ellos, esperando a ser liberados. El aire está impregnado de un leve eco de susurros y melodías distantes, como si los sueños atrapados aún intentaran contar sus historias.
Las Cuevas de los Sueños se extienden como un laberinto de túneles antiguos y cámaras colosales, donde el techo apenas se distingue en la penumbra azulada. Su interior está plagado de cristales luminosos incrustados en las paredes, el suelo y hasta flotando en el aire como estrellas atrapadas en la roca. Cada cristal brilla con un resplandor propio, algunos destellan en tonos dorados, rojo, esmeralda o violeta, otros brillan con luz azul, amarilla o color turquesa.
Pero estos cristales no son meros minerales: en su interior, se pueden ver escenas atrapadas como recuerdos encapsulados. Algunos muestran momentos cotidianos —una niña soplando un diente de león, un anciano leyendo bajo la luz de una lámpara— mientras que otros revelan hazañas heroicas: una guerrera blandiendo su espada contra un dragón envuelto en llamas, un explorador descubriendo una ciudad perdida, un mago invocando una tormenta de estrellas.
Las luces titilan suavemente, y al acercarse a ciertos cristales, las imágenes parecen moverse, como si los sueños latieran dentro de ellos, esperando a ser liberados. El aire está impregnado de un leve eco de susurros y melodías distantes, como si los sueños atrapados aún intentaran contar sus historias.