Ubicado en el corazón de la ciudad de **La Rioja, Argentina**, el **Mercado de Especias** se erige como un espacio vibrante de intercambio cultural y gastronómico. Situado en un **terreno alargado de 100 metros de ancho por 500 metros de largo**, el mercado se extiende como un tapiz urbano, integrándose al entorno con una arquitectura ligera y permeable.
La estructura principal está conformada por una serie de **columnas metálicas** que sostienen una **cubierta textil tensada**, inspirada en el lenguaje fluido y orgánico del **Mercado de San Antón**, diseñado por **Enric Miralles**. Esta cubierta, con su geometría ondulante, tamiza la luz y proyecta un juego dinámico de sombras sobre los puestos y el suelo, evocando la calidez de las tardes otoñales en La Rioja.
El mercado cobra vida con el ir y venir de comerciantes y visitantes. **Las personas recorren los pasillos con canastos en mano**, explorando los colores vibrantes y los aromas intensos de las especias expuestas en grandes recipientes de cerámica y madera. **Voces se entremezclan en un murmullo constante**, donde los vendedores ofrecen sus productos con entusiasmo y los compradores negocian precios o descubren nuevas combinaciones de sabores. En cada rincón, el mercado es un espectáculo de intercambio y encuentro, donde el flujo de personas le da ritmo y energía al espacio.
La circulación favorece la ventilación cruzada, aprovechando la brisa del **atardecer riojano**, cuando el sol comienza a descender y tiñe de tonos ocres el paisaje urbano. El mercado no solo funciona como un nodo comercial, sino también como un **espacio de comunidad y cultura**, donde el aroma del pimentón, el comino y el anís se entremezclan con la brisa templada del ocaso. En este ambiente sensorial y evocador, la arquitectura se convierte en un escenario que enmarca la vida cotidiana, ofreciendo un refugio de sabores, texturas y experiencias.
Ubicado en el corazón de la ciudad de **La Rioja, Argentina**, el **Mercado de Especias** se erige como un espacio vibrante de intercambio cultural y gastronómico. Situado en un **terreno alargado de 100 metros de ancho por 500 metros de largo**, el mercado se extiende como un tapiz urbano, integrándose al entorno con una arquitectura ligera y permeable.
La estructura principal está conformada por una serie de **columnas metálicas** que sostienen una **cubierta textil tensada**, inspirada en el lenguaje fluido y orgánico del **Mercado de San Antón**, diseñado por **Enric Miralles**. Esta cubierta, con su geometría ondulante, tamiza la luz y proyecta un juego dinámico de sombras sobre los puestos y el suelo, evocando la calidez de las tardes otoñales en La Rioja.
El mercado cobra vida con el ir y venir de comerciantes y visitantes. **Las personas recorren los pasillos con canastos en mano**, explorando los colores vibrantes y los aromas intensos de las especias expuestas en grandes recipientes de cerámica y madera. **Voces se entremezclan en un murmullo constante**, donde los vendedores ofrecen sus productos con entusiasmo y los compradores negocian precios o descubren nuevas combinaciones de sabores. En cada rincón, el mercado es un espectáculo de intercambio y encuentro, donde el flujo de personas le da ritmo y energía al espacio.
La circulación favorece la ventilación cruzada, aprovechando la brisa del **atardecer riojano**, cuando el sol comienza a descender y tiñe de tonos ocres el paisaje urbano. El mercado no solo funciona como un nodo comercial, sino también como un **espacio de comunidad y cultura**, donde el aroma del pimentón, el comino y el anís se entremezclan con la brisa templada del ocaso. En este ambiente sensorial y evocador, la arquitectura se convierte en un escenario que enmarca la vida cotidiana, ofreciendo un refugio de sabores, texturas y experiencias.