Imagina a una figura femenina profundamente oscura y perturbadora, envuelta en una capa negra que parece absorber la luz y las sombras a su alrededor. La capa es larga, con bordes rasgados que sugieren un desgaste antiguo, y se mueve suavemente como si estuviera viva, arrastrada por una brisa invisible. La figura lleva un capuchón grande que cubre gran parte de su rostro, revelando solo sus ojos. Estos ojos, de un tono gris frío o azul pálido, emiten una luz inquietante que perfora la oscuridad, transmitiendo una intensidad escalofriante y una sabiduría ancestral. Su piel es pálida, casi translúcida, y muestra venas oscuras que serpentean por su cuello y sus manos. Estas manos son delgadas y elegantes, con uñas largas y afiladas que parecen garras, pero con un toque de gracia inquietante. En una mano, sostiene un antiguo objeto místico: quizás un espejo oscuro que refleja solo sombras, un cáliz tallado en obsidiana, o un colgante con un cristal oscuro que parece absorber la luz. La otra mano está parcialmente oculta bajo la capa, pero muestra una cicatriz en forma de runa, como si hubiera sido marcada por un rito oscuro y secreto. El entorno que la rodea es un bosque desolado, envuelto en una niebla espesa que se desplaza de manera inquietante. Los árboles son altos y retorcidos, sus ramas se extienden como garras hacia el cielo nocturno, y el suelo está cubierto de hojas secas y ramas rotas que crujen bajo el más mínimo movimiento. La atmósfera está cargada de una sensación de desolación y misterio, con la niebla envolviendo todo en un halo inquietante. La iluminación es tenue, con una luz débil filtrándose a través de las nubes y el denso follaje, creando sombras profundas y desafiantes. Esta figura femenina, al igual que Umbraeus, debe transmitir una presencia ominosa y perturbadora, evocando un temor y una fascinación irresistibles. Todo en su diseño y entorno debe contribuir a una sensación de misterio inquietante, manteniendo un equilibrio entre lo fantástico y lo aterrador.