El interior es una nave de acero oxidado y diáfana, con una atmósfera imponente y una inquietante serenidad. La luz entra generosamente desde los laterales, proyectándose entre los altos pórticos y acentuando la textura áspera del suelo polvoriento. Dispersas por el espacio, varias pantallas emiten destellos tenues que apenas alteran la penumbra. Entre la claridad difusa, se perciben siluetas borrosas que se mueven lentamente, aportando un aire de misterio. La vegetación brota, algo invasiva, desde las grietas del suelo, mientras ligeras cortinas de tela vaporosa y transparente cuelgan de las vigas, muchas cortinas sin orden aparente trazando líneas sutiles desde el techo hasta el suelo y entremezclandose añadiendo un movimiento suave y un toque de belleza sombría al ambiente.