Un ser celestial cuya cabeza es la de un gran sabueso o lobo sagrado, con un hocico fuerte y definido. Su pelaje es de oro resplandeciente, con matices de luz divina. Sus ojos brillan con un resplandor sobrenatural, sin pupilas visibles, como faros de energía sagrada que pueden perforar la oscuridad y revelar la verdad.
Cuando ruge o aúlla, su boca se abre para revelar colmillos afilados que parecen hechos de luz pura o de un metal celestial, y su voz resuena como un trueno cargado de juicio divino. A diferencia de un cánido común, su cuerpo es el de un humanoide esbelto y musculoso, con proporciones perfectas que reflejan su origen divino. Su torso es amplio y robusto, con una musculatura marcada como la de un guerrero celestial esculpido en mármol. Su piel, en lugar de ser completamente humana, brilla con un resplandor etéreo.
su torso cubierto con una armadura plateada, labrada con símbolos divinos. Sus brazos son poderosos y largos, con la gracia de un guerrero entrenado. Las manos terminan en dedos largos y fuertes, y en lugar de uñas, sus dedos están coronados por garras de luz sólida o plata celestial. Sus piernas tienen la estructura de un humano, pero con una musculatura que le permite moverse con una velocidad y agilidad sobrenaturales. Al caminar, su pisada deja un leve resplandor, como si su mera presencia purificara el suelo que toca. A pesar de su cuerpo humanoide, conserva una larga cola lupina o leonina, hecha de un material etéreo que puede parecer fuego sagrado, niebla brillante o una corriente de estrellas. La cola se mueve con vida propia. Su mera existencia irradia un aura celestial, como una luz cálida que reconforta a los justos y quema a los impuros. En su estado normal, su resplandor es sutil, como una llama interna,
Un ser celestial cuya cabeza es la de un gran sabueso o lobo sagrado, con un hocico fuerte y definido. Su pelaje es de oro resplandeciente, con matices de luz divina. Sus ojos brillan con un resplandor sobrenatural, sin pupilas visibles, como faros de energía sagrada que pueden perforar la oscuridad y revelar la verdad.
Cuando ruge o aúlla, su boca se abre para revelar colmillos afilados que parecen hechos de luz pura o de un metal celestial, y su voz resuena como un trueno cargado de juicio divino. A diferencia de un cánido común, su cuerpo es el de un humanoide esbelto y musculoso, con proporciones perfectas que reflejan su origen divino. Su torso es amplio y robusto, con una musculatura marcada como la de un guerrero celestial esculpido en mármol. Su piel, en lugar de ser completamente humana, brilla con un resplandor etéreo.
su torso cubierto con una armadura plateada, labrada con símbolos divinos. Sus brazos son poderosos y largos, con la gracia de un guerrero entrenado. Las manos terminan en dedos largos y fuertes, y en lugar de uñas, sus dedos están coronados por garras de luz sólida o plata celestial. Sus piernas tienen la estructura de un humano, pero con una musculatura que le permite moverse con una velocidad y agilidad sobrenaturales. Al caminar, su pisada deja un leve resplandor, como si su mera presencia purificara el suelo que toca. A pesar de su cuerpo humanoide, conserva una larga cola lupina o leonina, hecha de un material etéreo que puede parecer fuego sagrado, niebla brillante o una corriente de estrellas. La cola se mueve con vida propia. Su mera existencia irradia un aura celestial, como una luz cálida que reconforta a los justos y quema a los impuros. En su estado normal, su resplandor es sutil, como una llama interna,