Me acostumbré a ocupar toda la cama al dormir, a no cocinar los domingos y a regresar a casa cuando me apetece. Me acostumbré a no dar explicaciones por lo que hago y a disfrutar de lo que me gusta sin recibir críticas de nadie. Ya me acostumbré a comer a medianoche y a ver mis series preferidas, a cantar gritando y a bailar por toda la casa con ropa rota. Ya me acostumbré a recibir llamadas frecuentemente y a responder mensajes a deshora, a salir con amigos y a viajar algunos fines de semana. Ya me acostumbré al aroma del café por las mañanas y a caminar descalza por el jardín, a tomarme mi tiempo para arreglarme y a cancelar citas en el último momento, solo porque sí. Me acostumbré a mí misma, a mis tiempos, a mi vida, a estar sola... Y es sencillamente maravilloso!