vivienda diseñada para un artista, situada en un entorno suburbano tropical. La estructura principal presenta una serie de techos dinámicos en diferentes alturas y formas, que incluyen techos inclinados cubiertos de tejas y una gran cubierta ondulante que se eleva suavemente sobre el edificio, imitando la forma de una ola. Esta cubierta está formada por paneles translúcidos que permiten la entrada de luz difusa, creando un ambiente luminoso y sereno en el interior. La vivienda incluye un taller de pintura de 6x7 metros, ubicado en la planta baja, con amplios ventanales que ofrecen vistas al paisaje circundante. Las habitaciones se distribuyen de manera circular, rodeando el taller y conectándose con áreas de descanso y espacios abiertos. Los techos inclinados en estas áreas aportan una sensación de movimiento y variabilidad al diseño, mientras que las diferentes alturas crean una sensación de dinamismo y fluidez. Alrededor de la vivienda, jardines exuberantes imitan las formas y colores de la obra de Carlos María Herrera, con senderos curvados que invitan a la exploración. La terraza al aire libre, que ocupa la mitad del segundo nivel, se complementa con techos de diferentes inclinaciones, ideal para relajarse y disfrutar de la vista. La vegetación tropical, con flores coloridas y árboles frondosos, envuelve la vivienda, creando un refugio íntimo y pacífico. La paleta de colores de la estructura se inspira en tonos cálidos y terrosos, como el naranja, el amarillo ocre y el rosa mexicano, reflejando la estética de Herrera. En conjunto, esta imagen transmite una sensación de tranquilidad, ligereza y conexión con la naturaleza, resaltando la armonía entre el diseño arquitectónico y el entorno natural.