Imagina un edificio colosal, con proporción aurea, erguido en una ubicación aislada, en una montaña a lado del mar rodeado por una selva espesa muy verde. La estructura está construida con materiales oscuros, como piedra negra y hierro envejecido, que parecen absorber la luz a su alrededor. A medida que te acercas, las sombras de la edificación se alargan y se distorsionan, como si se movieran por sí solas, creando la sensación de que el edificio está vivo, consciente de tu presencia. El diseño exterior es una mezcla caótica de formas que desafían la lógica: columnas que no sostienen nada, techos que parecen torcerse hacia el cielo de manera antinatural y paredes que se curvan, como si quisieran ocultar lo que hay detrás. Algunas de sus ventanas son pequeñas y estrechas, como miradas penetrantes que no permiten ver nada claro, mientras que otras son enormes y profundas, como vacíos que parecen tragarse la luz y la esperanza. Al entrar, el ambiente es opresivo. Un largo pasillo, interminable y con paredes que parecen cerrarse a medida que avanzas, se extiende en todas direcciones, sin un camino claro hacia la salida. Las puertas de madera, cubiertas de marcas extrañas y símbolos indescifrables, crujen y se abren solas, como si fueran guiadas por una fuerza invisible. Las habitaciones están vacías, pero en el aire hay una sensación palpable de presencia, como si los ecos de aquellos que alguna vez habitaron el lugar nunca se hubieran ido. El interior de este edificio está impregnado de una oscuridad densa y persistente, que no puede ser disipada por las luces, que parpadean como si la electricidad estuviera siendo absorbida. El suelo cruje bajo cada paso, como si el edificio estuviera observando cada movimiento, esperando a que te pierdas en sus interminables corredores. Las escaleras, desproporcionadamente altas y estrechas, se retuercen hacia arriba, como si quisieran arrastrarte hacia lo desconocido. Cada rincón está marcado por detalles inquietantes: extrañas esculturas de caras retorcidas que parecen mirarte fijamente, espejos que reflejan sombras distorsionadas, y puertas que se abren a habitaciones donde el espacio se curva, haciendo que el horizonte se desintegre. Las paredes parecen susurrar en un idioma incomprensible, una vibración subterránea que nunca cesa, como si el edificio mismo fuera una entidad consciente. Este edificio no es solo una estructura; es un laberinto que desafía no solo la lógica, sino también las percepciones humanas de seguridad y confort. Su diseño no es un error arquitectónico, sino una manifestación de lo ajeno, lo incomprensible, lo que está fuera de nuestra capacidad de entender. Cada paso dentro de él es un desafío a la cordura, una invitación a adentrarse más en su misterio, mientras te pregunta si alguna vez podrás encontrar la salida... o si el edificio mismo la ha borrado de tu mente.