Una escena legendaria que muestra la ciudad de Matagalpa envuelta en un aire de misterio y peligro. Una culebra gigantesca y majestuosa recorre la ciudad, con su cabeza posada imponentemente en la Catedral de Matagalpa y su cola extendida hasta el cerro de Apante. Su cuerpo sinuoso está parcialmente oculto bajo la tierra y las edificaciones, como si formara parte del paisaje mismo.
En la quebrada del Yaguare, tres pelos místicos y brillantes mantienen a la culebra amarrada, dos de ellos ya rotos y el tercero tensándose, como si estuviera a punto de romperse. Al fondo, el cerro de Apante se alza amenazante, con nubes oscuras rodeándolo, sugiriendo el peligro inminente de un colapso catastrófico.
El cielo está cargado de nubarrones, y un grupo de habitantes observa con temor desde las calles de la ciudad, algunos incrédulos y otros señalando con expresiones de alarma. La imagen transmite una sensación de tensión, mezclando elementos naturales y sobrenaturales que resaltan la fuerza de la leyenda.
Una escena legendaria que muestra la ciudad de Matagalpa envuelta en un aire de misterio y peligro. Una culebra gigantesca y majestuosa recorre la ciudad, con su cabeza posada imponentemente en la Catedral de Matagalpa y su cola extendida hasta el cerro de Apante. Su cuerpo sinuoso está parcialmente oculto bajo la tierra y las edificaciones, como si formara parte del paisaje mismo.
En la quebrada del Yaguare, tres pelos místicos y brillantes mantienen a la culebra amarrada, dos de ellos ya rotos y el tercero tensándose, como si estuviera a punto de romperse. Al fondo, el cerro de Apante se alza amenazante, con nubes oscuras rodeándolo, sugiriendo el peligro inminente de un colapso catastrófico.
El cielo está cargado de nubarrones, y un grupo de habitantes observa con temor desde las calles de la ciudad, algunos incrédulos y otros señalando con expresiones de alarma. La imagen transmite una sensación de tensión, mezclando elementos naturales y sobrenaturales que resaltan la fuerza de la leyenda.